Si estás comenzando a hacer fotos y lees libros y artículos especializados para mejorar (es decir, si eres lector del blog 😀 ), seguramente ya hayas leído −yo lo he escrito− que ciertas cosas llegan sólo con experiencia. Y es cierto: como con todo, en primer lugar es necesario dominar los fundamentos (lo cual se adquiere con relativa facilidad), pero sobre todo es necesario trabajar mucho para progresar verdaderamente, no existen recetas mágicas.
¿Entonces, qué aporta realmente la experiencia? Hace poco tuve la oportunidad de hacer un experimento interesante: volví a ir de vacaciones al mismo lugar que hace tres años (en Aquitania) cuando estaba empezando a hacer fotos. De hecho, incluso volví a pasar unas horas en la misma ciudad, y tuve la suerte de poder fotografiar exactamente las mismas cosas.
Esto me dio la idea de escribir el presente artículo en el que te propongo ver juntos las diferencias existentes entre fotos que saqué hace 3 años y otras sacadas recientemente.
Antes de seguir quiero hacer algunas advertencias para evitar que muchos se lancen directamente a los comentarios antes de leer el artículo ;):
En mi opinión, la diferencia más evidente entre ambos momentos es que la exposición está mucho mejor gestionada en las fotos actuales. Menos mal 😀 me dirás que esto se debe en parte a que domino mejor mi cámara, pero no es sólo eso.
En 2010 me costaba más saber qué era una exposición correcta por varios motivos:
¡Hoy se ve claramente la diferencia! Por ejemplo, en este claustro (fotografiado en dos ángulos distintos, pero es el mismo).
La foto queda subexpuesta.
La foto está bien expuesta.
Algo que me ha saltado a la vista ahora pero en lo que no había reparado hace tres años es la precisión del encuadre. Suelo repetir que uno de los errores principales de los fotógrafos principiantes consiste en no prestar la suficiente atención al encuadre y, especialmente, a lo que supera los bordes de la foto.
¡Pues bien, esta saludable vuelta a los orígenes me ha hecho pasar a mí también por eso! 😀 (Eso motiva, ¿no? 🙂 )
Varios ejemplos dan fe de ello de forma brillante. Comencemos por lo menos terrible, con esta fachada. Elegí una orientación distinta, pero el encuadre es un poco más preciso en la de hace unas semanas. Está perfectamente centrada y no era ese el caso hace tres años (compruébalo arriba a la derecha). Además, podría haberme colocado más lejos para que las perspectivas fueran menos exageradas en la foto de hace tres años (la Sigma DP2 tiene una focal equivalente a 45 mm en 24×36, mucho mejor para no exagerar tanto las perspectivas).
Hace tres años, el encuadre es ligeramente impreciso.
Ahora, se ve mayor precisión y una distancia respecto al sujeto mejor elegida.
Reconozco que es un ejemplo sutil, pero hoy en día ya no dejo pasar más este tipo de detalles. Veamos algo un poco más exagerado para entenderlo mejor 😉
Hace tres años, un encuadre y una exposición aproximados…
…y en la actualidad, más precisión, aunque no era tan sencillo colocarse bien con un objetivo de focal fija.
Aquí van otras fotos de las cuales no tengo el equivalente actual, pero que sí sirven para ver los defectos de encuadre:
Más allá de los simples errores en los bordes del encuadre (molestos, pero que a veces se pueden solventar reencuadrando la foto), la composición se ha mejorado claramente en la actualidad. Veamos algunos ejemplos.
Tomemos estas fotos de la Garonne con un clima bastante similar (salvo que en las más recientes sufrimos un aguacero memorable a causa de la tormenta que ves llegar ):
Hace tres años no se puede decir lo mismo…
…en la actualidad se le saca mayor partido al cielo.
Está claro, la foto de hace tres años no tiene fuerza, está vacía, sin vida. Sin hablar de la exposición hecha casi al azar ni de la falta de post tratamiento, la composición no ha sido (prácticamente) pensada. Quería resaltar la belleza del cielo, pero sin saber cómo hacerlo exactamente.
En la más reciente, sin embargo, la composición fue elegida para resaltar la belleza del cielo previo a la tormenta sobre la Garonne. Utilicé un primer plano, unas líneas directrices, y me coloqué lo más arriba posible para ello (podría haberlo hecho mejor si me hubiese tomado diez minutos, pero no disponía de tiempo). Efectivamente, me hubiese gustado sacar fotos del río antes, pero decidí no hacerlo porque no se daban las condiciones propicias: no había un primer plano interesante, no había una buena luz, etc.
Tener experiencia también implica esto: renunciar a sacar fotos cuando no valen la pena y no disparar hasta que no se esté seguro de lograr una foto que sea digna de interés. El resultado: menos fotos para elegir y menos trabajo en la fase de post tratamiento.
A continuación, una pequeña recopilación de mis no-composiciones por aquella época:
Para ser justos, hay una o dos imágenes que no están tan mal 😉
Y ahora algunas imágenes compuestas hoy en día:
Un trabajo de tratamiento posterior más sutil y apropiado
Tal y como dije al principio, en aquel momento apenas acababa de descubrir lo que era el tratamiento de la imagen. Con suerte hacía algunos retoques con Gimp. A día de hoy utilizo principalmente Lightroom. Aquí tuve que utilizar el Sigma Photo Pro, porque Lightroom no lee los RAW de la Sigma DP2 Merrill a causa de su particular tecnología. Una tregua con la técnica, no me he sentido tan incómodo, lo cual prueba que he logrado aprender a hacer el postratamiento y no tanto a utilizar un software concreto (aunque es cierto que generalmente me siento mejor con Lightroom y lo domino más).
Todo esto para decir que hace tres años, o me pasaba, o me quedaba corto. A la mayoría de las imágenes de hace tres años que has podido ver les falta bastante contraste y saturación, sin duda ya te habrás dado cuenta. En algunos casos es correcto, pero en otros, como en el de aquí abajo, me pasé agregando contraste.
Estos errores son más que normales, porque para aprender es necesario equivocarse, comprender el porqué, y corregirlo.
¿Entonces por qué algunas de las fotos de hace tres años salieron bien? Fácil: cuestión de suerte. Incluso cuando recién se está comenzando, es posible conseguir fotos correctas por pura suerte. Aunque eso ocurre una entre mil veces, por lo que hace falta mejorar. Efectivamente el indicador que permite saber cuándo uno domina algo, no es lograrlo una vez, sino que el éxito pueda repetirse de forma sucesiva. Se trata de saber cómo se ha hecho y cómo volver a hacerlo.
¡No hace falta que te escondas llorando debajo de la cama porque las pocos buenas fotos que has hecho se deben al azar! Haz lo mismo que con tus errores: analízalos, pregúntate por qué tal foto es mejor que tal otra, y qué hay que hacer para emular este resultado.
Más allá de la mejora de algunos aspectos técnicos, a varios años vista, se ven más o menos las mismas cosas. Por ejemplo, estas señales para el nivel del río las fotografíe de forma muy distinta:
No es que uno de los ángulos sea mejor que otro, simplemente he buscado algo distinto a la vista clásica que se le imponía a mi mirada. Muchas veces me he sorprendido al darme vuelta y ver algo que había detrás de mí. No sólo son interesantes los sujetos más evidentes 😉
En resumen, no escribo todo esto para echarme flores a mí mismo, ni para contarte mi vida, sino por varios motivos:
Espero que este artículo te motive y te ayude en tu práctica diaria de la fotografía. ¿Y tú, ya has tenido experiencias con fotos similares del antes y el después? 😉
¡Y no te olvides de compartir el artículo! 🙂
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